Para
ser afiliado a la CNT no es obligatorio ser anarcosindicalista,
aunque la CNT si lo sea, también es cierto que en la confederación
hay libertad de pensamientos, cada uno tiene el derecho a pensar
como quiera, la libertad de pensamiento y de expresión es ilimitada,
siempre dentro del respeto mutuo, uno tiene derecho incluso a
exponer planteamientos que puedan considerarse reformistas, siempre
que lo haga con lealtad y respetando los causes orgánicos, pero esto
se quiebra cuando se recurre a la mentira o al engaño para imponer
unas tesis, cuando se vulnera la normativa y los principios, cuando
paralelamente se confabula para alcanzar unos objetivos en vez de
exponerlos abiertamente por los cauces orgánicos establecidos, que
para eso están las asambleas de los sindicatos, los plenos y los
congresos que garantizan que cada uno pueda exponer en igualdad de
condiciones sus ideas, su visión de las cosas, lo que no es
legítimo, y sobre todo lo que no es admisible de ninguna manera es
querer controlar, planificar, ocupar cargos para llevar las cosas a
donde uno quiere, este tipo de conducta fraudulenta es a la que han
recurrido históricamente la mayoría de los reformistas dentro en la
CNT.
Ni
si quiera una mayoría momentánea tiene legitimidad suficiente sino
está basada en el respeto a los principios, a la normativa, y a la
razón, porque la razón del voto exclusivamente, no es suficiente
para tomar un acuerdos; si no se cumplen estas premisas a la hora de
tomar decisiones estaríamos propiciando la desintegración de la
organización.
Los
reformistas siempre han intentado que la CNT abandone sus
principios, y sus armas siempre han sido la conspiración y la
manipulación, nunca han dado la cara abiertamente hasta no estar
seguros de conseguir sus objetivos, y llegado este caso podría ser
ya demasiado tarde para reaccionar.
El
reformismo no es una ideología, ni siquiera una idea, es
simplemente la renuncia a la lucha, es la muerte de las ideas y de
la esperanza, es adaptarse al sistema y a sus reglas, a su juego,
por eso es estéril y pudre todo cuanto toca. Los reformistas no
creen en la transformación de la sociedad, solo aspiran aunque a
veces lo oculten a la conquista del poder, no buscan ni siquiera las
mejoras de las condiciones laborales y sociales de los trabajadores
aunque sí la utilizan como pretexto para alcanzar sus objetivos y
sus ambiciones personales: ocupar cargos y poltronas, alcanzar el
estatus de líder, de liberado, de burócrata, de jefe.
El
principio fundamental de todos reformistas es que el fin justifica
los medios, pero su fines en el fondo no son la transformación de la
sociedad, sus fines son alcanzar el poder y para obtenerlo no dudan
en utilizar los medios más sucios y rastreros, la mentira y el
engaño son sus mejores armas, se inventan falsas situaciones,
realidades virtuales, que nada tienen que ver con la verdadera
realidad, sus espurios argumentos se basan fundamentalmente en el
pragmatismo en el posibilismo y la heterodoxia, desgraciadamente han
sido muchos los incautos que han sucumbido a los encantos de sus
mentiras y de sus manipulaciones. A lo largo de la historia son
muchos los trabajadores y compañeros de buena fe que han sido
engañados por estos embaucadores y que se han perdido para siempre
para la causa de la defensa de la clase obrera y de la emancipación
social.
Los
reformistas no creen en la asamblea ni en la democracia directa, ni
en la autogestión ni en la acción directa, su visión del mundo es
centralista, jerárquica y autoritaria, en el fondo carecen de
principios, por eso desprecian la razón y la justicia, nunca
intentan convencer con argumentos sino con engaños y si no lo
consiguen recurren a la imposición.
Son
muchos los reformistas que ha habido en la CNT aunque,
afortunadamente, siempre han sido derrotados, pero han hecho mucho
daño a la organización. Algunos podemos decir, sin exageraciones,
que han alcanzado el despreciable honor de haberse elevado a la
categoría de traidores como el caso de Enrique Marcos, el que fuera
secretario general de la CNT hasta el V congreso quien, al ser
rechazadas sus tesis reformistas y ratificase los principios
tácticas y finalidades del anarcosindicalismo como concepción
ideológica general y definir a las secciones sindicales y la
asamblea como garantía de participación de los trabajadores y
desarrollo del sindicalismo, promovió la Comisión Impugnadora, dando
paso primero a la escisión y después al engendro reformista CGT y a
uno de los periodos más amargos de la confederación a lo largo de
su historia.
Este
funesto personaje volvió a la palestra en el 2005 como presidente
de Amical Mauthausen, asociación por la recuperación de la memoria
histórica de víctimas del holocausto nazi, llegando a inventarse un
pasado heroico como ex prisionero de los campos de concentración
nazis, falsedad que quedo al descubierto por el historiador B.
Bermejo, y que él mismo, abrumado por la evidencia, acabó
reconociendo, lo que venía a demostrar que a pesar de los años
seguía conservando íntegramente sus dotes de sofista. Esta noticia
tuvo una gran difusión en todos los medios de comunicación. Para
colmo alguien publicó un artículo exaltando la figura de tan nefasto
personaje en el periódico CNT, sin que el director del periódico
diera explicaciones ni dimitiera, para vergüenza de todos los
anarcosindicalistas.
Otro
destacado reformista que traicionó vilmente a la organización fue
José Bondía, el que fuera Secretario General en el periodo que
mantuvo contactos con Alfonso Guerra de espaldas a la organización.
Las promesas del PSOE fueron una oferta de compra de la CNT. Bondía
se sirvió del cargo para intentar imponer sus planteamientos
reformistas a la organización y desviarla de sus principios, al
finalizar su gestión como secretario general, en su informe de
gestión después de hacer una apología del reformismo llegó a decir
que el problema de la CNT es que estábamos excesivamente
ideologizados.
Otros
reformistas no menos despreciables fueron: Antonio Pérez, quien
fuera secretario hasta el congreso monográfico de Torrejón de Ardoz,
y José Marc de la regional catalana. Todos ellos fueron expulsados
de la CNT.
En
el extremo opuesto están los auténticos anarcosindicalistas, los
que aman y permanecen fieles a las ideas hasta la muerte,
generaciones de magníficos compañeros que con inquebrantable
voluntad han combatido para que la CNT permanezca fiel a sus
principios y a su historia, contra las intentonas desviacionistas y
contra todos los reformistas de uno u otro signo que siempre en
mayor o menor medida han pululado por la organización. Entre los
verdaderos anarcosindicalistas podemos citar a: Juan Gómez Casas un
compañero digno de elogio que luchó hasta las extenuación para que
la CNT continuara permaneciendo tan anarcosindicalista y
revolucionaria como siempre; es imprescindible leer sus libros para
comprender el pasado, el presente y el futuro de la CNT. Otro buen
compañero, tal vez menos conocido pero no por eso con menos mérito,
fue Fernando Montero. Él, como Juan, también fue Secretario General
de la CNT en una situación difícil que asumió con dedicación y
responsabilidad. Otro compañero fue Juan Castillo de la CNT de
Málaga, compañero de una gran capacidad y de unas cualidades humanas
extraordinarias, de firmes convicciones, fue siempre fiel a los
principios anarcosindicalistas y dedicó toda su vida a la
organización. Otro gran anarcosindicalista fue Antonio Salvador de
Sabadell, otro irreducible, discreto pero fiel hasta la muerte.
También eran verdaderos anarcosindicalistas los compañeros del
Sindicato de Jubilados y Pensionistas de Sevilla, pero a pesar de
ello y de haber dedicado toda su vida a la organización y a la
defensa de la clase obrera, tras toda una vida de militancia
anarcosindicalista fueron expulsados, y aunque en un pleno regional
posterior se aprobó su readmisión, esta nunca se llevo a efecto,
perpetrándose en su contra, un acto de indignidad y desprecio
incalificable. La CNT tiene una deuda pendiente con ellos que jamás
podrá pagar. Estos compañeros junto con muchos miles más, han sido y
son la esencia y el alma de la CNT.
Viva la CNT y el anarcosindicalismo.
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